La historia de Entrena comienza, probablemente, en la segunda mitad del siglo X. La arqueología del lugar y los documentos conservados así nos lo recuerdan.
Pertenecían estas tierras al reino cristiano de Pamplona desde el año 923, fecha de la reconquista de Viguera y Nájera (principales fortalezas árabes en la Rioja Alta) por Sancho I de Navarra.
Pronto comenzaría la repoblación de la zona como medio táctico de asegurar los territorios recién liberados al Islam, a la vez que ponerlos en explotación y cultivo. En esa repoblación intervenían no sólo gentes llegadas de Pamplona, Álava y Castilla, sino también elementos mozárabes que permanecían aquí desde siglos, atrás respetados por los árabes en la posesión de sus tierras y caseríos.
¿Cómo era una fundación rural en esos primeros tiempos? Podemos fácilmente imaginarla: un reducido grupo de labriegos, bajo la protección directa del rey o, en su nombre, de un señor explota un “fundo” de no gran extensión, algo semejante a una dehesa de labor, y de la cosecha que obtiene se autoabastece.
Poco más tarde, a fin de proteger jurídicamente a esos primeros colonos y favorecer la llegada de otros nuevos, el rey o señor les promulga una carta puebla o fuero fundacional, con lo que el asentamiento queda definitivamente resuelto.
1044 es el año en que aparece documentado por primera vez nuestro pueblo y lo hace bajo la forma romance de ANTELENA. Esta voz usual en la época, procede de otra anterior, latina, también documentada: ANTILENA, cuyo origen hace pensar en un Antilius o Antilus, nombre del propietario hispanorromano del lugar.
Pero ya en ese tiempo la situación estratégica de la villa comenzaba a valorarse.
Entre 1029 y 1035, por razones geopolíticas, Sancho III el Fuerte de Navarra había conseguido el camino que desde Centroeuropa seguían peregrinos en su viaje a Santiago de Compostela. En la fijación de ese nuevo y definitivo itinerario de tanta trascendencia posterior puso especial empeño en que la ruta atravesara los llanos de La Rioja y La Capital del Reino (Nájera).
El Camino, en su tramo riojano, era el siguiente: Logroño, Biero, Nájera, Valpierre, Livia-Leiva y Briviesca, siguiendo la vieja calzada romana.
Biero, hoy despoblado, era entonces una villa próxima a Entrena, localizada entre los términos de Baviero y el cerro de Santa Ana; su recuerdo se mantiene en el apellido Barriobero y en la toponimia menor de nuestra localidad.
Como consecuencia inmediata del nuevo trazado, riadas de peregrinos de toda Europa cristiana comenzaron a fluir hacia Santiago para ganar el jubileo.
Pronto los reyes, la iglesia y los nobles van a preocuparse de hacer más accesibles los caminos, de disponer albergues en los puntos estratégicos y de favorecer con nuevos privilegios las aldeas que acogen generosamente a los peregrinos.
El saber se internacionaliza, el gusto artístico se hace común a todos los pueblos y, con la llegada de tal disparidad de gentes, una actividad apagada en la España del X se relanza en esta España del XI: el comercio.
Los años finales del s. XI constituyen otro momento clave en nuestra historia. En junio de 1076 Sancho IV el Noble, rey de Nájera, muere despeñado en Peñalén. Al no dejar descendencia, su reino se lo reparten Alfonso VI de Castilla y Sancho Ramírez de Aragón, utilizando como límite de sus respectivos dominios, en paces y concordias poco duraderas, la línea del Ebro.
Entrena adquiere de inmediato el importante valor defensivo de una ciudad de frontera. Todo el llano que mira hacia tierras de Álava quedará bajo su custodia. Al fondo actuando como contrapunto, pero del lado de Aragón, Laguardia.
Entrena extiende su influencia, abre sus muros. Se inicia aquí un período de prosperidad que alcanzará su máximo sentido en el transcurso del XII.
Es muy probable que en el siglo XII haya sido uno de los períodos de mayor interés en la vieja historia de Entrena, tanto por las incidencias ocurridas en el tiempo como por los continuos sobresaltos sufridos por sus moradores.
Del relato de crónicas, diplomas y textos monacales sabemos como a lo largo de ese siglo se contempla toda la red de núcleos demográficos en la montaña y el valle riojanos. La población ha alcanzado además una densidad desconocida hasta entonces.
Administraba una asamblea, integrada por todos los hombres y mujeres, y aunque el territorio había sido reconquistado originariamente a los árabes en el siglo X por los monarcas navarros, desde el año 1076 pertenecía a Castilla y a su rey Alfonso VI. Este monarca, conocedor de la importancia estratégica que poseía La Rioja -pórtico de la ruta internacional hacia Santiago y territorio fronterizo ante el poderoso reino de Aragón-, dispuso la repoblación y el levantamiento de determinadas plazas fuertes como salvaguarda de sus intereses. Uno de esos núcleos privilegiados fue, precisamente, nuestro pueblo.
1. Sin embargo, Alfonso VI fallece en 1110 sucediéndole su hija, la turbulenta doña Urraca, casada con el aragonés Alfonso el Batallador.
Por un tiempo las coronas castellana y aragonesa se unen bajo un mismo soberano. La labor de reconquista se continúa a buen ritmo. Pero las desavenencias en el matrimonio real surgieron pronto y las rivalidades entre los caballeros de uno y otro reino fue causa de luchas, robos y profanaciones, sufriendo además el país hambres y epidemias.
Cuentan las crónicas que los aragoneses, dominadores del territorio que alcanza desde La Rioja hasta los límites de Carrión, arrasaban las tierras de Castilla como si fueran infieles, obligando a sus moradores a huir hacia la meseta en busca de espacios más seguros. Además, para asegurar sus conquistas, utilizaban, al modo aragonés, infanzones en la repoblación.
Una de esas primeras conquistas fue la plaza fuerte de Entrena, organizada como torre de vigía en torno al monte del Conjuro, y cuyo recuerdo se mantiene aún vivo hoy a través de unos fragmentos de muralla en el lado este de la ciudadela. Aquí dispuso el rey aragonés un destacamento militar que protegiera su retaguardia, y aquí pasó el propio monarca breves temporadas de descanso, una de las cuales tuvo lugar en enero de 1128, como se demuestra en un documento conservado, y en el que se le concede a Entrena ya el calificativo honorífico de “villa’.
2. Pero don Alfonso de Aragón muere en 1134, cuando tomaba parte en la reconquista de Fraga, sin dejar descendencia. Esa situación la aprovechará en Castilla un hijo de doña Urraca, habido en anterior matrimonio, para recuperar el territorio de Nájera y llegar a la línea del Ebro, donde señalará la frontera de su reino.
Este nuevo monarca, conocido en la historia como Alfonso VII el Emperador, intentará atraerse las simpatías de los colonos riojanos dictándoles nuevos fueros y estimulando la llegada de inmigrantes, a quienes se les anuncia un status prometedor.
Entrena verá realzada su importancia entre las aldeas vecinas con la concesión en bloque del fuero de Logroño, para que la localidad se poblase “ad forum de francos’, como fuero de francos, es decir, que se otorga a todos los pobladores de la villa sin distinción de origen. Desde ese momento la ciudad verá engrandecerse con nuevos ofrecimientos y estímulos, concesión de mercados, exención de impuestos, y se la considerará paso obligado de todo aquel que desde Europa llegaba por Aragón y Navarra camino de Castilla.
3. Sin embargo, Navarra también consideraba a La Rioja como algo propio y recordaba los tiempos en que su corte se asentaba en Nájera y sus reyes recibían sepultura en Santa María la Real.
El momento elegido sucede en el año 1158 cuando en Castilla es nombrado como heredero al trono un niño de tres años -el futuro Alfonso VIII-, en medio de las disputas violentas que dos familias sostienen por conseguir su tutela.
Aprovechando esa situación, el rey navarro seguido de un poderoso ejército cruza la línea del Ebro y entra en el solar de sus antepasados. Entre otras plazas, toma Logroño y Entrena, a las que fortifica, recuperando todas las poblaciones y castillos de La Rioja Alta hasta los montes de Oca. Aragón y Castilla se aliarán contra él y la consiguiente guerra perdurará hasta el 1179.
Asistimos entonces a los años más gloriosos de la villa. Su castillo se mantiene fiel a Navarra e inexpugnable. Un documento fechado en 1160 nos muestra cómo los pobladores de la vecina aldea de Viero se sintieron obligados a solicitar refugio en nuestra villa dejando poco a poco despoblado su anterior solar por culpa de los acontecimientos. También, en ese mismo documento se nos recoge la inesperada noticia del nombre del titular que la Iglesia de Entrena poseía: San Juan Bautista. La localización de este edificio se desconoce, poro es muy probable que fuera el mismo que durante siglos presidio la torre del Conjuro y que la tradición posterior nos recuerda como la Iglesia de Nuestra Señora de la Antigua.
4. Pero al final de la guerra Navarra debe claudicar. En un encuentro habido seguramente en Entrena hacia el 1176 y a petición del propio monarca navarro, el rey de Castilla Alfonso VIII aparece ya como claro vencedor. Un laudo dictado tres años más tarde por Enrique II de Inglaterra, juez único al que han acudido las dos partes contendientes, ordena que se vuelva a los tradicionales límites del Ebro, y que se restituya a Castilla, entre otras concesiones, las plazas de Logroño y Entrena, tomadas durante la guerra. Definitivamente, de Bilibio a Alfaro quedaba señalada la frontera: la margen derecha del río con sus comarcas todas pasarán a manos de Castilla, las tierras y plazas de la margen izquierda serán para siempre de la corona pamplonesa.
Y aquí la vieja estrella de nuestro pueblo comienza a declinar. Acaso por interés geopolítico, acaso como recuerdo de la historia pasada, por decisión expresa de Alfonso VIII, una población nueva iba a ser fundada de repente en esos finales del siglo XII: Navarrete. Hacia ella acuden no sólo las comunidades agrupadas en torno a las vecinas aldeas de Corcuetos, sino especialmente los grupos de repoblación afectos al monarca castellano. Es muy probable que éste temiera de los oriundos de Entrena futuras deserciones en una nueva e hipotética guerra con Navarra, de ahí que pusiera tanto énfasis en fortalecer y primar el castillo de Navarrete, variando incluso el secular Camino de Santiago que desde tiempo inmemorial cruzaba estas tierras. Lo cierto es que esa iniciativa triunfó y desde 1195, fecha de la promulgación del Fuero de Navarrete por orden del rey castellano, Entrena quedó considerada como una villa de retaguardia, viendo languidecer su estrella hasta que siglos después un nuevo sentido de vida urbana la hiciera resucitar.